Hace mil años, era profe de música en una escuela primaria, rural-marginal
Como era casi en el campo, me bajaba del bus y los chocos me ven llegar de lejos, salían corriendo a buscarme, se ofrecían a llevarme la guitarra, y mi bolsa con instrumentos de percusión
A la salida compartía ómnibus con algunos que vivían en lo que conocemos como ‘villa miseria’
Un día, en el ómnibus, uno de mis alumnitos me pregunta: profe, usted es de los que viven en esos barrios donde hay que pagar agua, y luz?
“Si, claro” le respondi, y vos?
“No, en mi barrio cada uno tiene su luz, su agua…”
Imaginate
En los tres años que trabajé en esa escuela, armé un coro con un grupito de nenes que me seguían a muerte, y les encantaba cantar
Uno de ellos era un chico que tocaba muy lindo la guitarra, se sabía montones de zambas, chacareras, a sus 10 años era un guitarrero hecho y derecho
A las 12, mi último año en esa escuela, un buen día estábamos ensayando, y él intentaba cantar, pero se saltaba de octava a cada rato
Él se daba cuenta, pero no lo podía manejar, y era como una molestia, porque además era un nene muy afinado, tenía una voz preciosa
Probando, me dí cuenta que haciéndole hacer algunos de los ejercicios que vemos en la clase de hoy del curso de técnica vocal para el coro, como que se le acomodaba la voz, y al menos un rato podía cantar cómodo
A los pocas semanas terminó mi interinato en esa escuela, y nunca más volví a ver esos niñitos, deben ser unos jóvenes treintañeros ahora
El curso de técnica vocal aca
Para ponerse melancólicos está el canelazo, aguardiente, azúcar y canela, calentito. Es el arreglo de la semana
Abra la puerta, señora,
sírvame un canelacito,
deme unito, deme otrito,
hasta quedar chumadito.
Abra la puerta por favor,
quiero olvidar lo que es dolor
que estoy chumado ¡ay, qué caray!
ya voy entrando en humor.
Toda la noche pasaré,
junto a mi longa con amor
aunque mañana lloraré
mi soledad y mi amargor
que estoy chumado ¡ay, qué caray!
ya voy entrando en humor.
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