Desde que comencé a estudiar dirección, tomando clases particulares, supe que mi coro iba a ser mi laboratorio
Mi coro nunca estuvo configurado para ser un gran instrumento
Por el tipo de cantantes de los que disponía, por las condiciones institucionales, mis propias condiciones, etc
Igual, me propuse, por un lado, trabajar de la mejor manera posible, con los recursos de los que podía disponer
Y al mismo tiempo, utilizar ese instrumento para poder aprender, aún cuando hubiera algún repertorio que no llegara a ‘ver la luz’ en el escenario
Aprender a ensayarlo, a armarlo, y a interpretarlo
A cambio, los cantantes siempre se llevaron sus propios aprendizajes, porque yo compartía los míos con ellos
Mi coro siempre fue un espacio de aprendizaje mutuo
Algunos años coincidía el tipo de repertorio que elegía con un grupo que podía resolverlo artísticamente; ese año teníamos algunos buenos conciertos
Un día me traje de un curso una obra bellísima
The blue bird, de Charles Villiers Stanford
Tiene una primera estrofa, como hipnótica:
“The lake lay blue below the hill,
O’er it, as I looked, there flew
Across the waters, cold and still,
A bird whose wings were palest blue”
Al coro le encantó, nunca pudimos cantarla en público, pero la ensayanos, exploramos, un buen tiempo
Luego, como tantas otras obras, quedó en el cajón de las buenas intenciones
Todo esto me llegó en forma de recuerdos, mientras grabábamos con Camilo Santostefano la primera clase de “Génesis interpretativa”
La obra que analiza, “Silence and music” de Vaughan Williams, está íntimamente relacionada con The Blue Bird, de algunas maneras obvias, y otras no tanto, pero está todo en la clase
El curso
Buen fin de semana!
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